Un alma triste

Que el caos de mis pensamientos no me quite la armonía de vivir, aún cuando solo deseo dormir para no pensar…, es tan extenuante amar a quien me lastima; siento una presión en mi pecho mientras redacto estas líneas. Todas estas palabras están compuestas por sinónimos de dolor, heridas y desilusión, y en la densa separación de cada signo de puntuación la pausa es más larga, porque por cada coma existe un trozo de mi amor sufrido. Quizás por eso convertí mi paz en la misma medida de mi silencio, para no ser egoísta en arrastrar al dueño de mi plegaria profunda a la meditación de mi nada. Lo más duro de escribir estas palabras no es el dolor que punza en mi pecho, sino el desgarre que siente mi alma al saber que debo partir. Es difícil irse cuando solo deseas estar en ese lugar que te hace vivir a través de un fantasma; un lugar que me obliga a aceptar que este párrafo quizás sea el inicio de otra historia y que transformará algo que está fuera de mi alcance. Lo describo fácil, pero lo que escribo no llega suavemente a un corazón completamente roto, porque no me salva de ser sino que me obliga mansamente a dejar de ser. No he venido a escribirte, porque donde estoy ya dejé de existir. Quiero ser enterrada con mis pensamientos inventados, en algún lugar del mundo que no sea fácil para resumir lo solitaria que viví toda mi vida. Al final después de todo he sido más espíritu que cuerpo y hoy para escribir debo refugiarme en el vacío de mi ser. ¿Cómo iba a saber que lo que siento nunca acabaría? Pero también nunca me hará volver, todo se encarniza en mi interior…, es tan difícil elegir mi propia máscara para aparentar que estoy bien y voy a contarles un secreto: es imposible no pensar en la muerte de vez en cuando, como si mi pensamiento me doblegara a creer que la muerte es el verdadero despertar. Pero mi exceso de amor me expira el pensamiento y me da un suspiro de esperanza para creer que mi frágil luminosidad es el respaldo de mis sueños.

Creo que nadie me lee, porque no soy tan común ni corriente en mis fragmentos. Todos arden despavoridos y gritan ayuda, por favor, pero nadie me ayuda. Nadie siente mi punzante dolor. Nadie enlaza mi alma con la suya, para así no perderme en el tiempo y en el espacio de crear una realidad que no sé escribir ni mucho menos vivir. 

Nací Tauro de abril con poca comprensión pero bien intensa, con una rabiosa rebeldía de vivir en contra de las reglas del otro, porque vivo atrapada en otra época; mis sueños son tan grandes que parecen imposibles de lograr, y tal vez son los mismos que me dan esa ventaja de conquistar cimas donde muchos pensaron que jamás podría llegar…, y aunque la vida me dice que soy un regalo de la primavera a través de la encarnación literaria de Shakespeare y Cervantes por mi extrema individualidad de persona, intento ser uno con ellos, desde el amor y la pasión por la literatura. A veces siento que obligo a mi alma a guardar silencio para vislumbrar en una realidad irreductible de mi triste existencia, pero la bonda tibia me expone ante la literatura que me salva de morir en mis propias letras.

Mi vida arde y flamea en cada segundo que pasa porque me enamoré. Me enamoré sin vergüenza de unos ojos que no me pertenecen y de una sonrisa que me quiebra el alma. Es un amor que no se acaba y aunque cada latido de mi corazón me hace morir ante mí, Dios me recuerda que su perfección es la mayor prueba con la imposibilidad del milagro que crea una fe de posibilidad. Entonces, antes de entender mi corazón que raramente expresa, solo mezclo la esencia de mi soledad con el refugio de la taquicardia de unos sueños rotos, con la pretención de vivir desde la revelación de una profunda incomprehensión obsoleta y en desuso como el término anterior que acabo de utilizar.

Escribo sobre mi ausencia de amor para sentir a mi alma hablar sin temor. Estoy atontada y deseo ser clandestina con mis sentimientos, no para simular que estoy bien sino para convivir con la fuga de aguardar una respuesta que me inventé desde el recuerdo de unos ojos que nunca fueron míos y que jamás observaron con detenimiento mi ser. Y entonces, siento mi verdad asombrada: siempre he estado sola de ti y no lo sabía. Ahora lo sé: soy sola. Tengo una libertad que no sé usar porque el dolor me vuelve esclava a extrañarte. Y el dolor en silencio me hace guardar tu nombre en secreto. Necesito este secreto para vivir. Porque ya sé que te inventé en mi cabeza, no eres más que el trazo de la punta de mi lápiz en el papel de un deseo de navidad, donde apunté a la magia de creer y ahora resulta que mi alma libre solo idealizó un sueño en alguien que no existió. Y adonde quiera que voy te busco y no te encuentro. Tu voz me habla desde la nada y mis noches te imploran que llegues a mí, pero nunca estás, nunca llegas y los retazos de mi alma se componen de la tristeza de mi espíritu, porque ya se acabó mi tiempo y nunca pude encontrar el verdadero amor en tus ojos ni en la calma de tu voz pausada. Le entregué mi alma a la persona equivocada y le di todo el poder para destruirme lentamente, ahora estoy perdida en la mugre de mis recuerdos inventados. Y escribo para recordar lo que nunca ha existido. Soy un soplo de vida que se enamoró de unos sueños inventados, ahora no sé cuál será mi destino pero tengo miedo de existir. Es tan peligroso. Quien lo ha intentado lo sabe. Cada vez que hurgo en lo oculto de mis sentimientos, mi mundo no está en la superficie, está oculto en unas raíces sumergidas en las profundidades de una historia inventada, y para escribir lo que siento debo instalarme en el vacío de lo que no está, porque justo en ese lugar es donde existo intuitivamente. Soy una escritora que se enamoró de un fantasma que vive en otro mundo…, y aunque deseo con toda mi alma olvidarme de lo que jamás existió, con esfuerzo de mi atolondrada memoria, presiento como si yo nunca hubiese nacido. Nunca he nacido, nunca he vivido: pero recuerdo en carne viva su voz y en lo intangible de mi ser, soy una consecuencia de soledad irreparable que jamás conocerá al verdadero amor. Y de haber escogido lo irreparable que bonito hubiera sido coincidir, tal vez, con el resonante mundo de un hombre que amara mi locura, mis debilidades y mis oscuridades como una ventaja para hacer de mí su gran compañera de aventuras. Pero solo soy la amante del silencio que ha dejado sus cuerpos en el camino del sufrimiento y del dolor. Soy un alma triste que se ha perdido de sí misma por intentar enterrarse en el reloj de su tiempo, para recordarse con nostalgia y revivirse otra vez.

- Bracho C., D. 










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