Antología de un sentimiento triste

El decurso de la soledad

Para hallarme debo perderme. Escribo sin la esperanza de cambiar nada..., porque en el fondo no estoy tratando de cambiar las cosas, sino intentando florecer en un frío invierno

He venido a escribir para ser y escapar de la prisión de mis pensamientos... Tengo mi conciencia en el aire, porque no tiene lugar ni época y es justo ahí donde todo va a existir. 

Por primera vez siento que no sé usar mi libertad. ¿A cuántos kilómetros me separé de mí? Ahora lo sé: soy sola. Mi libertad me ha dejado claro que no sé usarla, y estoy perdida en mi propia soledad. Cierro mis ojos y veo como la oscuridad se apodera de mis ganas de vivir, como si la magia de mi ser se ha venido consumiendo lentamente, y el miedo se construye y me llena de dolor en silencio. Jamás me he sentido más lejos de casa, extravié mi hogar, ya no puedo pensar en el día qué pasó ni deseo pensar en el día que vendrá, es inútil huir de mí y aunque mi silencio me hace creer en pretensiones de que sí sabe todas las respuestas, me hace arder por ser llamado a responder; no me exige pero me juzga porque soy indigna de vivir lo que siento. Cuántas horas he perdido en mi propia oscuridad suponiendo que quien no está perdido no conoce la libertad y no la ama. Tal vez soy ese pequeño fragmento roto que nació para escribir y solo camino para vivir una cierta gloria íntima que en la soledad puede convertirse en dolor. Y mi dolor,  en silencio. Hoy guardaré un nombre en secreto, porque necesito secretos para vivir.

Ya no estoy ni vivo, desaparecí del tiempo y del espacio. No soy accesible a nadie. Mi única carta de presentación será mi sombra. Cada mañana nos encontraremos en mi mente porque nunca llegaste a aceptar lo que soy. Soy la nada que ves pero que sientes. Ya nunca leerás lo que escribo y ni siquiera apreciarás eso que escribo y que contiene lo que soy y que te regalo sin que lo leas. Estoy en New York viendo y sintiendo el frío apoderarse de mis entrañas, deseo destruir todas mis anotaciones, pero mi historia es la palabra de esta palabra, estoy en esa nada de donde siempre he sacado mi todo y cuando pienso en lo que ya he vivido me parece que he dejado los fragmentos de mi cuerpo por los caminos.  Ahora soy el aspecto desde la extremidad de una sola perspectiva, ¿acaso una verdad no tiene dos caras? Una con el cuerpo y otra con el alma. 

Estoy avanzando despacio, bajo la cabeza y parezco una pobre infeliz con aire de pedir disculpas por no ocupar un espacio en ningún lugar. En el espejo parezco distraída, pero de cerca examino el miedo que avanza, mis ojos salados arden porque siento que el mundo donde viví nunca ha existido. Mi memoria me recuerda como si nunca he nacido, como si nunca he vivido y ¿cómo conseguiré saber lo que ni siquiera sé? Ahora escribir es recordar lo que se instaló en mi vacío. Y el tiempo ya no me da sugerencia para mi desdicha. Pero escribo de manera muy sencilla y desnuda, por eso hiere. Soy un paisaje gris que se eleva en la fuente seca y en la luz fría. Al menos mis palabras se salvan de mí, ellas existen por sí misma siendo tan solo un reflejo de mi ser. Y aunque desaparecí porque ya no me veo ni me ven, yo escribo en voz bajita porque mi locura me mostró en carne viva que puedo perderlo todo..., nadie lo sabe, pero me da tanto miedo ser yo. Soy tan peligrosa. Ya no sé qué hacer con mi espíritu. De nuevo estoy viajando sola por un mundo que me rechaza y tengo miedo de volverme loca si suelto mis amarras. ¿Por qué tengo que controlarme? Si mis raíces aún no están plantadas. Ellas se mueven por sí solas para ayudarme a librar la difícil carga de ese dolor incalculable, pero necesario para mi maduración. ¡Hasta hora he vivido sin madurar! Como si la veracidad intima de mi vida divagara en ver poco y oír nada..., me sumerjo en la matriz de mi espíritu que me habita. Mi fuente oscura me hace escribir porque no sé qué hacer de mí, porque mi espíritu divaga y aunque ya no sé quién soy, tampoco reconozco entre quiénes estoy. 

Hoy nada alivia mi alma. Solo sé que siempre debo estar preparada para equivocarme, porque cada error se ha convertido en mi camino. Y siempre he sentido miedo del delirio y del error, pero cada error abre al azar otra puerta con una brecha de soledad, que no es creada sino que crea. Allí en pie, en la oscuridad que sucumbe lo irreparable..., termino siendo tan solo una verdad pequeña, como el fragmento de mi tamaño: la nada de un todo. 

[No intenten hallarme porque ya nadie me volverá a encontrar].
-Bracho C., D.

Invierno de New York
16 de febrero, 2025

Comentarios

Entradas populares de este blog

El orgasmo de un sueño: un laberinto encantado

El sueño de una rosa