El orgasmo de un sueño: un laberinto encantado

Un laberinto encantado

Tengo confesiones que terminan en breves súplicas como sollozos, como si en el dominio de mi realidad solo pudiera escribir sílabas para formas palabras, porque debo dar sentido a algo que no sé expresar en onomatopeyas: una entrecortada respiración por un gemido muy suave lleno de mucho deseo. 

Mi verdad asombrada es que siempre he estado sola y no lo sabía sino hasta hoy, lo descubrí a través de la creación de unas líneas entre mis sabanas blancas. Tengo un poco de miedo: miedo de entregarme a la desenvoltura de un fuego artificial, porque no sirvo para fingir el deseo que carcome mi placer. Ese instante me coloca en el centro de mi ser y me responde a la visión sobre mi universo entero. Me inquieta la fascinación del libido de mi sombra, queriendo alimentarse de mi propio apetito. Pero me tiemblan mis labios porque quiero apoderarme del acto del amor por mi propia naturaleza; quiero poseer los átomos del tiempo y escapar de mi presente, porque no se cimienta una verdad partiendo de un error, y eso soy: un error en el amor. 

Cuando más creo entender el amor más me agrava la desilusión. Por eso cuando me mueve la longitud, la latitud y la altitud de una nítida atracción que se siente llena de placer, me siento duramente cristalina y vibra mi entera pasión en el aire de mis huesos, como si se desbordara el entusiasmo en el sentimiento ardiente, en el cálculo de un orgasmo o en la precipitación del sexo apasionado encerrado en la dureza salvaje de un laberinto encantado, donde libremente puedo coger con la mano una palabra que encierre desviaciones sin salida, con el pleno sentido para que un corazón se apiade del orgasmo de mis sueños y no se encuentre tan lejos de responder a los sentimientos de mi desobediente obsesión e indecisión egoísta..., y es que soy como una antigua sabiduría que nació de generaciones precedentes con aires de anticuada, y eso me convierte en una descendiente que tendrá que pagar las consecuencias de los malos actos de otro, porque sin sospecharlo me arraigué a la creencia de que mi papá hizo derramar muchas lágrimas en otras, y yo solo soy quien lleva la persecución de un desalentador karma. Y eso me vuelve exigente y a su vez solitaria, pero exponerme no derriba la enajenación de mi misterio, porque soy un banquete inigualable, tallado con la mentalidad de cuatrocientos años antes de nuestra era y aunque la saciedad de mi inteligencia puede evocar la desnudez de unos besos, en la profundidad de mi ser solo deseo ser tocada por ese hombre que entienda que mi orgasmo siempre será el instante privilegiado de la consumación de la paz, como una chispa donde brota la vida. 

Soy exigente en creer que existe un hombre que solo tendrá ojos para mí. Un hombre que entrará lentamente en mi mundo enmarañado y besará el umbral de mis delicadas aureolas; un hombre que se sentirá pleno y completo con las líneas de mis curvas, donde rozará mis lunares con su lengua y dedos para que marque la posesión que alcanza la belleza parcial que permanece sobre sí misma, como una eternidad que comienza desde la lujuria, pero que expresa mi más íntima respuesta a través del esplendor de un orgasmo de sueño. 

[Esta noche húmeda solo deseo unas manos que toquen mis pensamientos desde la niebla de mi propio infierno].

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