Otro diario de una escritora

Las paces con mi alma

Ninguna de mis palabras puede compararse con el sufrimiento de rendirme ante la magnificencia de mi desconsuelo

En una calle de New York una transeúnte neoyorquina había visto mi alegría reflejada con una mirada al cielo, pero más tarde descubrí que no era otra persona viéndome, sino yo misma a través de un espejo. Al verme nuevamente, experimenté la sensación de vértigo, calor y asfixia, como si entendiera que esto que soy, es tan solo lo que siento y lo que vivo. Tal vez es el momento de confiar en mí y en el amor que me destruye y reconstruye; ese mismo que me regala al despertar y en la noche antes de dormir una plegaria profunda en la meditación sobre la nada: pienso suavemente e imagino que no soy de confianza con este amor, porque me traiciono a sí misma; él me hace subir de a poco hasta un auge para después ir muriendo mansamente y aunque siento las llamas recorrer mi alma, solo mis ojos sangran el fuego. 

He venido a decirte en estas líneas que me enseñaste que no todos los días serían iguales. ¡Y vaya qué acertado! Desde hace mucho estoy erguida a mi propia sombra con un majestuoso silencio que siempre tiene los ojos abiertos, ante el misterio de mis pensamientos nadie me visita en la selva de mi interior, no porque sea un ser oscuro, sino porque habito en un mundo cerrado de donde quiero volver, pero reconozco que de este lugar no se puede volver, y eres el único al que le di poder para que serenara mis palabras, sin embargo mordiste el aire para romper el corazón que te conoce de memoria. 

No lo sabes, pero te lo cuento..., he sido más de un día una mujer o la sombra de ella en una soledad de lámpara vacía, iluminando a otros, pero apagando mi chispa. Días que no he podido distinguir entre la noche y una mujer ahogada en el estanque que más de una enésima vez ha fingido su resurrección. He caminado por algunos desiertos que me han conducido a ninguna parte, donde la tiniebla de mi más hermoso recuerdo me enseñó que aunque es difícil hacer el amor, se aprende a crearlo. De la nada un día descubrí que estoy suspendida en el aire de este desierto, como si sintiera los barrotes de una cárcel con un gran muro que se aleja, y justo al lado de la vida están nuestras sombras conversando sobre ese muro, y ante cada retazo de mi dolor está un granizo eternizado que entra aullando a tu pecho para remediar cada latido del corazón. Más de una vez he acechado siempre lo que se opone a nuestros sueños, he renunciado a mí un par de veces, para poner el mundo a tu pies y en tu lugar. Y nada debo a este mundo cuando me he alejado de mi destino después de haber puesto el mundo en su lugar. 

He sido una tempestad sublime y elegante, y tú haz hecho estallar las piedras con tu voz. Perdí la cuenta de cuántas veces te he querido desde un amor con tolerancias y sin ellas, como midiendo un universo con tu nombre y llenando el vacío estelar con la distancia de tus palabras. Noches en donde el vacío de tus risas me han llevado a las montañas nubladas, como traspasando la oscura niebla donde termina nuestro laberinto y, exactamente ahí tú no tienes nombre más allá de ti mismo. Perdí la cuenta de cuántas veces fui a ti como una sonámbula con los brazos extendidos en la sombra y el dolor, y solo la selva de mi silencio me recibió con los brazos abiertos. Ya no duelen tanto los lentos espirales...

Después de mucho, hoy vuelvo a hacer las paces con mi alma y a darte mis palabras y aunque hoy no me siento parte de ti, ni del entorno que te rodea, ni mucho menos del mundo que ahora construyes y te hace feliz, sigues siendo parte de mí. Estas líneas que se extienden hasta la musa de mis entrañas, no hablan por sí solas, a veces dictan y, en otras ocasiones soplan. Desde lejos me miran las viejas tinieblas para recordarme que de vez en cuando, es necesario encender las antiguas hogueras, no para reposar en tu consuelo, sino para hacer de esto el alba que me envuelve en mi propia profecía. Siendo algunos días, relativamente, una mujer incierta entre nieblas palmas y memorias y, otras veces siendo como el tiempo, con un esquivo dromedario que busca su oasis en tu nombre y en tu alma... Mi amor por ti a veces me ha hecho lejana y cansada, como una frágil criatura que se quiebra y destruye, pero aún así te elijo cada día, porque tú me haces arder en mis propias llamas, pero no vistes de cenizas mi alma. Elijo ser esclava de nuestro infierno, porque lo que el fuego no destruye, lo endurece. Mi amor por ti cada vez se hace más profundo y verdadero, aunque queme mi espíritu alocado y liberal..., siempre seré fuego a tu lado, aún cuando esté bajo mis tormentas, siempre avivarás mi alma.

[Me has enseñado a ser una amante eterna de tu ausencia, porque incluso de lejos sigues siendo mi todo].
-Bracho C., D. 

New York, febrero de 2025



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