El vuelo de una reina
Ninguno me conoce. Nadie tiene la menor idea de que, cuando escribo, me delato.
Así me conocen: por lo que digo. Y sí, soy como escribo, soy lo que escribo. Son las seis de la mañana, a esta hora siempre me gusta dar vueltas por mi reino desierto, mi mente.
Me gusta bajo mi entonada voz resumir la sabiduría de mi vida, pero más me gusta contemplar las páginas en blanco que están esperando los soplos de mi imaginación.
Mi real pasión es la escritura, ningún deseo, gusto o hasta enamoramiento me ha hecho sentir el verdadero éxtasis de una entrega total como lo han hecho mis palabras… Esta es la excitación más fascinante que pueden sentir mis hormonas mentales, y aunque hacer el amor es un delirio exquisito, ningún orgasmo sexual se compara con el clímax de mi deseo inmortal al momento escribir.
Mi curiosidad siempre me delata y eso me ha hecho vivir la cotidiana realidad desde la tranquilidad. Durante un tiempo reprimí mis tormentas, tiempo después me sentí curiosa por dejarme llevar por todas mis fases emocionales, y ahí descubrí el verdadero sentido de la libertad de un escritor. Así que más de una vez, he dejado que mis sentimientos desenfrenados sean los mismos peones de limpieza con las sintaxis de mis oraciones, y contra el silencio de lo sucedido y no sucedido, he sido libre escribiendo mis líneas donde he podido unir mi mundo fuera con el de adentro, porque al final la realidad nos pertenece a cada uno, y no, nosotros a la realidad.
Después de blindarme con mis palabras, nuevamente me siento como una Diosa completa, al fin, después de tanto tiempo, mis piezas vuelven a estar juntas. Mis mañanas son como una crítica constructiva ante la luz dictada por los sótanos de la conciencia, mis palabras son el lenguaje que reflejan la esencia de mi alma, ya no soy prisionera ante pensamientos que me desvían a la intemperie de la recova, porque aunque mi pasado siempre me pertenecerá, dejé de sumergirme en el suicidio de esos pensamientos que me llevaban al río espeso, con corriente inmóvil, siendo una masoquista ignorante en la ruina que lamía mis propias orillas.
Afortunadamente descubrí que, no se trata de ser una feliz desdichada o una infeliz ilusionada, la definición parece demasiado simple, pero es absurdo estancarse en sentimientos ciegos sin piedad, porque simplemente he venido a este mundo solo para hacer vuelo.
«Volar hacia el vacío siempre será único orgullo y también mi propia condena, pero bien vale la pena, porque es la única manera de honrar mi verdadera libertad».- Bracho C., D.
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